La verdad del adiós al Antropoceno

Hace ya casi dos meses, el 4 de marzo de 2024, la Subcomisión de Estratigrafía del Cuaternario rechazó la propuesta realizada por el grupo de trabajo del Antropoceno para aceptar este término como el nombre del momento geológico actual en el que estamos viviendo. Desde entonces hemos visto muchas críticas a la comunidad geológica por esta decisión, críticas que por lo general hablaban más de negacionismo que de otra cosa. Sin negar que hay gente de la comunidad geológica que niega la realidad del actual cambio climático antrópico, hoy en Hombre Geológico he querido escribir este post para explicar qué ha pasado en realidad con el Antropoceno, del que ya hablé en este otro post, y por qué ha sido rechazo formalmente. En otras palabras, hoy os voy a hablar del encaje real que siempre ha tenido el Antropoceno como término geológico, algo que tiene mucho detrás porque, como tantas veces ocurre, en este debate no todo es blanco o negro, sino que hay una amplia gama de grises que marcan la diferencia.

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Tras casi 15 años de trabajo, a finales de 2023 el grupo sobre el Antropoceno hizo su propuesta formal para que el Antropoceno fuera aceptado como una unidad cronoestratigráfica. No obstante, dicha propuesta fue rechazada por una amplia mayoría (Bonnie Jo Mount/The Washington Post).

¿Qué es el Antropoceno?

El término «Antropoceno» es un neologismo que Paul J. Crutzen (1933-2021), Premio Nobel de Química en 1995 junto a otros colegas por su trabajo en la química de la atmósfera, acuñó en el año 2000 de manera improvisada cuando afirmó en una conferencia que ya no vivíamos en el Holoceno sino en el Antropoceno, una época geológica marcada por el impacto que tenemos los humanos en el planeta. Así fue como surgió este concepto, formado por las raíces antropo (hombre) y kainos (reciente) en analogía a las épocas geológicas que constituyen el Cenozoico, que terminan todos con el sustantivo -ceno, como es el caso del antes mencionado Holoceno.

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El término «Antropoceno» fue acuñado en el año 2000 por el premio Nobel de Química Paul J. Crutzen en analogía al término «Holoceno»

Hoy en día el Antropoceno se ha convertido en un concepto político, social y medioambiental que resume, en una sola palabra, todo el impacto que tenemos los seres humanos como especie en nuestro planeta. El actual cambio climático antrópico y todo lo que implica, la contaminación de microplásticos y las islas de residuos que hay en el océano, las emisiones de plomo por la combustión de gasolinas no refinadas o de mercurio por diversas actividades, el agujero de la capa de ozono… Todo ello entra a formar parte dentro de lo que conocemos como Antropoceno y son cosas que nadie con dos dedos de frente puede negar. Sin embargo, dentro de la comunidad geológica había mucho rechazo a él. ¿Por qué? Básicamente porque el Antropoceno tenía un difícil encaje en lo que llamamos el tiempo geológico, que es de lo que voy a hablar a continuación antes de explicar la propuesta que ha sido presentada y rechazada.

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Desde hace varios años existe un pequeño debate sobre si vivimos o no en una nueva era geológica llamada Antropoceno (imagen tomada de youtube.com).

La escala de tiempo geológico

La historia de nuestro planeta abarca 4600 millones de años que en geología dividimos utilizando una serie de unidades de tiempo geológico (unidades cronoestratigráficas) que organizamos siguiendo una jerarquía muy definida. Estas unidades están todas separadas por grandes eventos globales, de manera que cuanto más grandes son estos eventos, más alto es el nivel de las dos unidades que separan. Por ejemplo, las tres eras que constituyen nuestro eón están divididas entre sí por dos grandes extinciones en masa: la extinción del Pérmico (entre el Paleozoico y el Mesozoico) y la famosa extinción de los dinosaurios no avianos (entre el Mesozoico y el Cenozoico). Del mismo modo, el Holoceno, que empezó con el fin de la última glaciación, se subdivide en 3 pisos a partir de cambios climáticos. Eones, eras, periodos, épocas y pisos constituyen lo que conocemos como la tabla cronoestratigráfica.

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La nueva actualización de 2020 de la tabla cronoestratigráfica ha añadido dos nuevos pisos geológicos y ha aumentado de ese modo hasta 75 el número de unidades cronoestratigráficas correctamente definidas (imagen obtenida de igeo.ucm-csic.es).

Para que un término entre a formar parte de la tabla cronoestratigráfica es necesario presentar una propuesta formal que deberá ser estudiada y votada primero por la subcomisión correspondiente y, si esta es favorable, más tarde por la Comisión Internacional de Estratigrafía, que será la que decida si de verdad entra o no en la tabla del tiempo geológico. Esta propuesta debe incluir no solo qué evento va a marcar el comienzo de la unidad que estamos proponiendo, sino también una localización geográfica que será la referencia global de dicho límite, el punto GSSPs en el que se colocará el famoso clavo dorado del estratotipo. Estos puntos GSSPs deben cumplir una serie de requisitos que aseguren, entre otras cosas, su estabilidad y su pervivencia en el tiempo, ya que recordemos que van a ser el punto de referencia global de la unidad que proponemos. Si colocamos un punto GSSPs en un lugar en el que se está produciendo nuevos sedimentos, o en un acantilado que está viniéndose abajo, correremos el riesgo de que desaparezca y con ello perder esa referencia global.

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El clavo dorado más antiguo que tenemos reconocido hoy en día, uno de los pocos que se localizan en el Hemisferio Sur, es el del Ediacárico, último sistema del Precámbrico. Este GSSP se encuentra en Australia, en Enorama Creek (imagen obtenida de wikipedia.org).

La propuesta del Antropoceno y su problemática geológica

Tras casi 15 años de trabajo, el 31 de octubre de 2023, el grupo del Antropoceno hizo su propuesta formal a la Subcomisión de Estratigrafía del Cuaternario para que el Antropoceno pudiera ser aceptado como la última época de la tabla cronoestratigráfica, en sustitución del actual Holoceno. Este grupo proponía que se considerase el pico de plutonio que existe en el planeta como consecuencia de las pruebas nucleares realizadas antes de 1952 y proponía los sedimentos laminados del fondo del lago Crawford, en Canadá, como su punto GSSPs. Esta ha sido la propuesta votada y rechazada en su primera votación porque tenía muchos errores de forma y porque el propio punto propuesto no cumplía con varios de los requisitos exigidos para un punto GSSPs. Y al no cumplir lo que se exigía, el Antropoceno, al menos la propuesta realizada en esta ocasión, murió en su primera votación.

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El lago Crawford de Canadá es un lago meromíctico, lo que significa que sus aguas profundas no se mezclan con las superficiales. Eso ha permitido el depósito de una serie de capas sedimentarias laminadas que actúan como registro de lo ocurrido en el planeta durante decenas de años. Por ello se propuso como punto GSSPs para el estratotipo del Antropoceno (AFP-JIJI).

Encontrar un buen criterio global que sirviera para marcar el origen del Antropoceno era una de las claves de todo este asunto, también uno de los aspectos más conflictivos. Durante años se habló de la expansión global del pollo como alimento universal presente en todos los continentes, pues, a pesar de todas las bromas que trajo al hablarse de «Polloceno», lo cierto es que es un evento fácil de confirmar en el registro sedimentario de todo el planeta. Pero la idea no prosperó. También se propuso poner los ojos en la Revolución industrial, que es cuando el impacto de las actividades humanas se hace más patente a nivel global. Incluso se llegó a proponer un candidato a punto GSSPs en la ría de Bilbao, donde hay playas formadas por las escorias emitidas por los altos hornos entre 1902 y 1995. Pero también se desechó esta idea.

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La playa de Tunelboca, en la ría de Bilbao, es uno de los lugares propuestos por la comisión de expertos como estratotipo del Antropoceno. En ella se aprecia un estrato de 7 m de espesor constituido por las escorias emitidas por los altos hornos en los años 1902-1995, y removilizadas, transportadas y depositadas posteriormente por el mar (autor: Alejandro Cearreta, miembro del grupo).

Para mí el origen del Antropoceno era un aspecto clave. Proponer su origen en 1952 dejaba fuera de la ecuación la mayor parte de la historia de la humanidad y, con ello, muchos sucesos que han supuesto impactos inmensos en todo el planeta. Porque con un Antropoceno que empieza en 1952 queda fuera toda la destrucción de las dos guerras mundiales, las primeras pruebas nucleares, las alteraciones en las corrientes oceánicas que causaron la apertura del canal de Suez primero y del canal de Panamá después, la Revolución industrial, las explotaciones mineras de la Antigua Roma… Se dejaban fuera tantas cosas que a mí me parecía que con esa propuesta el significado político, social y medioambiental del Antropoceno moría por la imposibilidad de hacerlo encajar en la escala de tiempo Geológico. Pero es que es normal, 70 años no son nada cuando hablamos de un relato de 4600 millones de años, que es el que nos cuenta la tabla cronoestratigráfica, y pretender meterlo en ella era tan absurdo como intentar delimitar lo ocurrido en 2 décimas de segundo dentro de los diez años que duró la Revolución francesa. Esa es una realidad que debemos aceptar.

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Un suelo contaminado es aquel que tiene concentraciones elevadas de componentes químicos peligrosos. Imagen de la antigua fábrica de arsénico de Yecla de Yeltes, actualmente abandonada y sin ningún tipo de control de sus contaminantes (autor: Daniel Hernández-Barreña).

Conclusiones

El rechazo del Antropoceno como unidad del tiempo geológico solo es la prueba de que cada ciencia tiene sus ritmos y sus propias reglas, y lo que en una disciplina científica es válido no tiene por qué serlo en otra. No obstante, este rechazo no tiene por qué ser el final del concepto de Antropoceno, muy extendido en otros ámbitos y que incluso puede tener cabido dentro de la geología, no como época, pero sí como evento puntual. Pues no debemos olvidar que la geología estudia 4600 millones de años de historia de nuestro planeta en la que nosotros solo somos una coma en el último apéndice a pie de página. Porque nos guste o no, 70 años en un total de 4600 millones de años solo es un momento puntual, 2 décimas de segundo en una década de historia, 2 segundos en todo un siglo. Eso es lo que somos para el planeta y eso es lo que representa el Antropoceno dentro de la tabla cronoestratigráfica.

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