Los suelos contaminados

Cuando trabajamos el campo para cultivar o pastorear, cuando excavamos para extraer recursos geológicos, cuando construimos una nueva edificación o abrimos un nuevo túnel, siempre tenemos un impacto en el suelo. El suelo es esencial para la humanidad porque de él depende una de las actividades humanas más imprescindibles: la agricultura. Pero el suelo hay que entenderlo como un recurso no renovable (al menos en parte), un recurso que, precisamente por su importancia, debemos proteger y no sobreexplotar, pues, aunque no siempre seamos conscientes de ello, un suelo «estropeado» tarda mucho en recuperarse. Dado que este mes de febrero (2024) la Comisión de Divulgación de la Geología (Geoda) lo ha elegido como el mes de los suelos contaminados, hoy en Hombre Geológico he querido hacer este post para dar unas pinceladas a este tema que, ya os aviso, es mucho más complejo.

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Los suelos son un recurso renovable finito que hay que conservar porque el 95% de los alimentos que consumimos dependen de él (imagen tomada de ecologiaverde.com).

El suelo

Definimos como suelo a la capa superior de la corteza terrestre en la que se concentra la actividad biológica, una capa compuesta por minerales, materia orgánica, aire, agua y seres vivos que se ha formado a partir de la desintegración o alteración física/química de las rocas y de los residuos de las actividades de los seres vivos que se asientan sobre él o viven en él. El suelo representa la interfase entre la atmósfera y la litosfera, entre el aire que respiramos y la tierra que pisamos. Pero el suelo es mucho más que eso, ya que en realidad estamos hablando de uno de los ecosistemas más complejos de la naturaleza y uno de los hábitats más diversos de la Tierra, ya que una cuarta parte de la biodiversidad de nuestro planeta se encuentra en los suelos.

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El suelo como ecosistema contiene una cuarta parte de la biodiversidad de nuestro planeta. Su biota la forman tanto animales como plantas que viven dentro del suelo, oxigenándolo y aportando nutrientes (imagen obtenida de esfacilserverde.com).

El mundo de los suelos daría para escribir todo un libro, de hecho hay varios sobre ello. En este post no voy a extenderme mucho en hablar cómo se forman los suelos, qué componentes lo constituyen o qué factores condicionan su formación y desarrollo, pero sí me gustaría detenerme en su estructura. Y es que los suelos se organizan en niveles que llamamos horizontes. El primero es el horizonte O, que muchas veces no se considera un auténtico horizonte sino la cubierta vegetal, ya que está formado por restos vegetales como hojas, ramas, etc. Inmediatamente debajo de él está el horizonte A, el horizonte de lavado o húmico, que es en el que las plantas más pequeñas se enraízan, un horizonte que suele tener un color oscuro debido a la presencia de materia orgánica en descomposición (humus), aunque suele ser pobre en sales solubles. Por debajo de este está el horizonte B, de color más claro y en el que las sales solubles lavadas (lixiviadas) del horizonte A quedan acumuladas, motivo por el que también se le conoce como horizonte de acumulación. El tercer horizonte es el horizonte C, que está constituido por la parte superior de la roca madre, que ha sufrido procesos de alteración que han llevado a su disgregado y fragmentación. Y por último tenemos el horizonte R, también a veces llamado horizonte D, que es la roca madre propiamente dicha, la roca que hay debajo y que a la gente de geología suele ser la que nos interesa de verdad.

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Un suelo bien desarrolla está compuesto por cuatro horizontes principales más el manto que constituye la materia vegetal: horizonte A o de lavado, horizonte B o de acumulación, horizonte C y horizonte d o R (roca madre). Imagen modificada a partir de fagro.edu.uy.

Como ya he dicho antes, los suelos tienen un papel fundamental en muchas actividades humanas, de entre las que destaca la agricultura. Y es que se calcula que el 95% de nuestros alimentos se producen directa o indirectamente en los suelos. Un suelo puede ser rico o pobre según el contenido en nutrientes y en función de sus características físico-químicas, que son las que hacen que no todo cultivo se desarrolle del mismo modo en cualquier suelo. De ahí que sea importante echar abono, ya sea mineral u orgánico, dejar de vez en cuando la tierra en barbecho (sin cultivar), etc. Pues si no tenemos cuidado con un suelo y lo sobreexplotamos, este puede acabar perdiendo sus propiedades, degradándose y volviéndose infértil, con lo que dejará de sernos útil. Porque la sobreexplotación, el aumento de aridez, la reducción de materia orgánica, el aumento de los fenómenos erosivos o de salinidad, así como la presencia de contaminación difusa o local, pueden llevar a la pérdida de un suelo; pueden llegar a la desertificación de una región. Y no es ninguna broma, pues un suelo que se pierde es un suelo que ya no se recupera.

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Se estima que más de dos terceras partes de la superficie española están en riesgo de desertificación, en especial en la mayor parte de la costa mediterránea y Canarias, así como la llamada submeseta Sur y el valle del Ebro (fuente: IGN).

La contaminación del suelo

La ley vigente en la actualidad en España (febrero de 2024) es la Ley 7/2022, que define un suelo contaminado como «aquel cuyas características han sido alteradas negativamente por la presencia de componentes químicos de carácter peligroso procedentes de la actividad humana en concentración tal que comporte un riesgo inaceptable para la salud humana o el medio ambiente, de acuerdo con los criterios y estándares que se determinen por el Gobierno». Es una definición larga, pero también muy completa, porque deja muy claro que un suelo contaminado es el que tiene concentraciones elevadas de componentes químicos peligrosos. Pueden ser determinados elementos químicos (cadmio, arsénico, cobre…) o pueden ser compuestos orgánicos más complejos, en todos casos, si su concentración entraña riesgo, estaremos hablando de una contaminación.

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Un suelo contaminado es aquel que tiene concentraciones elevadas de componentes químicos peligrosos. Imagen de la antigua fábrica de arsénico de Yecla de Yeltes, actualmente abandonada y sin ningún tipo de control de sus contaminantes (autor: Daniel Hernández-Barreña).

Son muchas las actividades que pueden llevar a la contaminación de un suelo. Y aunque lo primero que nos venga a la cabeza son actividades como la minería o algunas industrias, lo cierto es que la actividad humana que más contamina los suelos es la agropecuaria (agricultura y ganadería). Y eso no es atacar al campo, como se suele decir a veces, es aceptar una realidad. Porque el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados o ricos en fósforo puede conllevar a fenómenos como la eutrofización de suelos y aguas; el uso abusivo de plaguicidas (insecticidas, herbicidas y fungicidas) puede llevar a la concentración de compuestos químicos perjudiciales para la salud de las personas; y lo mismo ocurre con el abuso de antibióticos en el ganado, que al ser eliminados por la orina y las heces suelen acabar concentrados en suelos y aguas. Tal es la realidad de este problema, que según la Agencia Europea de Medio Ambiente, las sustancias químicas procedentes del uso a largo plazo de plaguicidas han hecho que en la actualidad gran parte de los suelos de Europa contengan residuos de plaguicidas y otros tipos de residuos. En el caso de España, Geissen et al., 2021 han estimado que el 83% de los suelos españoles contienen restos de pesticidas.

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El 83% de los suelos de España tienen restos de pesticidas, ya que la industria agropecuaria es una de las actividades humanas más contaminantes, aunque también una de las más esenciales (imagen obtenida de verdeyazul.diarioinformacion.com).

Las actividades industriales y hasta nuestro día a día también generan importantes contaminaciones, sobre todo si no se cumplen con las normativas vigentes. Un ejemplo lo tenemos en las aguas residuales, que en buena parte de España no se tratan antes de su vertido, aunque ese es otro tema que no nos habla de la contaminación de suelos sino de aguas. De ello ya hablaré en otra ocasión. Lo que sí que os puedo decir en este post es que se estima que la mala gestión de los residuos, ya sean municipales o industriales, es la responsable de más de un tercio de la contaminación local, lo que debería servir para poner en contexto la importancia que tiene también la regulación de los viejos vertederos municipales. Y lo mismo ocurre con determinadas actividades industriales, como la minería, en la que se trabaja con elementos químicos muy tóxicos que hay que gestionar de manera correcta. Por eso la minería tiene controles tan estrictos en materia medioambiental, aunque no siempre se cumple con ella. Y luego, claro está, están los accidentes, como vivimos en España el caso de Aznalcóllar, pero con ellos poco podemos hacer.

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Uno de los mayores problemas del desastre de Aznalcóllar fue el depósito de lodos tóxicos ricos en metales pesados. Imagen tomada el día 4 de mayo de 1998 en la que se muestran unas plantas enterradas en los lodos violetas de la rivera del río Quema (Aguilar et al., 2000).

Conclusiones

La contaminación del suelo es una amenaza global y un problema muy real que ya afecta a un tercio del suelo a nivel mundial. Los suelos contaminados no siempre los podemos recuperar, aunque eso depende mucho del tipo de contaminante y del tipo de contaminación que lo ha afectado. Y termino este post con un ejemplo. Imaginad una huerta que es regada con agua de un acuífero que ha sido previamente contaminado con la entrada de agua salada como consecuencia de su sobreexplotación (otro problema muy a tener en cuenta de cara al futuro). Ese terreno sufrirá un aumento de salinidad que hará que las plantas cultivadas no puedan prosperar, con lo que la cosecha sembrada se perderá y el terreno acabará siendo abandonado porque la sal es muy difícil de quitar. Este es un sencillo ejemplo que nos habla de dos grandes problemas a los que nos estamos enfrentando: la contaminación del suelo y la sobreexplotación de acuíferos. También me parece un buen ejemplo de por qué debemos cuidar nuestros suelos, pues si los estropeamos, estaremos fastidiándonos a nosotros mismos.

Bibliografía

Agencia Europea de Medio Ambiente: «La contaminación de la tierra y del suelo: generalizada, nociva y creciente». Ver online.

Boletín Oficial del Estado: «Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular». Ver online.

Ecología Verde: «Cuáles son los agentes contaminantes del suelo». Ver online.

Geissen, V.; Silva, V.; Huerta Lwanga, E.; Beriot, N.; Oostindie, K.; Bin, Z.; Pyne, E.; Busink, S.; Zomer. P.; Mol, H. & Ritsema, C.J. (2021): «Cocktails of pesticide residues in conventional and organic farming systems in Europe e Legacy of the past and turning point for the
future
». Environmental Pollution, 278, 116827.

Instituto Geográfico Nacional (IGN): «Riesgo de desertificación». Ver online.

Instituto Superior del Medio Ambiente (ISM): «La contaminación del suelo, problemática de primera magnitud». Ver online.

Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): «La contaminación de los suelos está contaminando nuestro futuro». Ver online.

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