En muchas regiones del planeta los últimos años han estado marcados por una pérdida importante de las reservas hídricas, en muchos casos fruto de una reducción de las precipitaciones o de un aumento de la estacionalidad de las mismas. Cada vez es más frecuente la existencia de largos periodos sin lluvias separados por cortos intervalos en los que se concentran fuertes precipitaciones. En muchos casos la cantidad de agua que cae a lo largo del año hidrológico (ver La ciencia de las precipitaciones) se mantiene, pero esa estacionalidad hace que cada vez sea más difícil mantener una reserva estable de agua. Fenómenos como la evapotranspiración (pérdida de agua a la atmósfera), la escorrentía (superficial o subterránea) o la infiltración de agua en el subsuelo van en ese sentido y hacen necesario actuaciones con las que combatir la disminución de las reservas de agua. Hoy en Hombre Geológico vamos a hablar del agua como un recurso natural que es imprescindible para la pervivencia de la humanidad.

No todo el agua es aprovechable
Cuando hablamos de reservas y recursos naturales es común confundir ambos conceptos, ya que son parecidos y se usan en el mismo ámbito. Pero lo cierto es que no son iguales. Un recurso es un bien natural que nos es de interés, como puede ser un mineral estratégico como el coltán o una fuente de energía como el viento. El recurso es lo que hay. Por el contrario, la reserva es la parte de ese recurso que en un momento dado podemos explotar o extraer, por lo que la reserva no solo va a depender del propio bien, sino también de otras cuestiones ajenas a él, como puede ser el coste de extracción o la tecnología existente. Es decir, toda reserva está dentro de un recurso, pero no todo recurso es una reserva.

El agua es un bien imprescindible no solo para la humanidad, sino para toda forma de vida conocida. También es uno de los recursos naturales más abundantes de nuestro planeta. Tres cuartas partes de la superficie terrestre están cubiertas por agua y todas las capas de la Tierra, como la atmósfera, la biosfera (seres vivos) e incluso la litosfera (rocas), tienen concentraciones variables de agua. Sin embargo una buena parte de ese agua no está disponible para la humanidad, por lo que no es reserva sino recurso. De hecho, si nos centramos solo en el agua libre, que es la que formaría parte del ciclo hidrológico (dejamos de lado el agua que, por ejemplo, forma parte de la estructura de muchos minerales), se estima que solo el 2.5% es lo que llamamos agua dulce. Y de ese 2.5% solo el 31.3% constituyen las masas de agua superficiales (ríos, lagos y pantanos) y subterráneas (acuíferos, acuitardos…), que no siempre están a nuestro alcance. Por eso es tan importante valorar la presencia de agua aprovechable, pues aunque parezca que el agua nos rodea, no siempre podemos utilizarla.

Impacto humano en las aguas naturales
Para poder aprovechar el agua, es decir, convertir el recurso en una reserva que podamos utilizar, es muy importante tener en cuenta para qué se va a usar. Como es lógico, no es lo mismo si ese agua lo vamos a emplear en la industria minera, donde es muy importante, que si va a ser destinada para consumo humano. Los requisitos de calidad van a ser distintos y eso puede hacer que una masa de agua sea reserva en un caso y recurso en otro. Por eso conviene no solo hablar de la calidad de las aguas, también del coste de extracción y del beneficio que se va a obtener en función del uso que se le va a dar. Y eso nos lleva invariablemente a hablar del impacto humano en las reservas globales de agua, la clave de todo este asunto.

Cuando nos hablan de agua dulce tendemos a pesar siempre en ríos, lagos y pantanos. Sin embargo, no solemos darnos cuenta de que la inmensa mayoría del agua empleada para consumo humano no procede de ellos, sino de las aguas subterráneas. Como ya explicamos a la hora de hablar de la contaminación de los acuíferos, estas masas de agua subterráneas son muy vulnerables a cualquier cambio por varios motivos. En primer lugar porque la tasa de renovación de agua es muy baja (en ocasiones de miles de años), y en segundo lugar porque en ellos la contaminación no es visible y la mayoría de las veces, cuando somos conscientes de ella, ya es demasiado tarde. Y luego, aparte, está la sobreexplotación de los acuíferos, tan dañinos o más como los vertidos. Hay que tener en cuenta que los acuíferos siempre están en equilibrio con el entorno, por lo que abusar de ellos significa romper ese equilibrio con consecuencias catastróficas. En el caso de las zonas costeras, la sobreexplotación de acuíferos suele implicar la entrada de agua salada a ellos, haciéndolos inviables tanto para agricultura como para consumo humano. De ahí que sea tan importante combatir los pozos ilegales, un verdadero y serio problema medioambiental.

Las aguas continentales superficiales (ríos, lagos y pantanos) son otra fuente importante de agua dulce que no está exenta de problemas. Es cierto que en ellos los contaminantes son más fáciles de detectar y eliminar, ya que su tasa de renovación es muy alta. Sin embargo, estas aguas continentales también tienen algunos problemas bastante graves a los que se deben enfrentar. El vertido de residuos, ya sea accidental o no, el drenaje ácido (de minas o natural) o la ausencia de depuradoras de aguas residuales que mantengan las aguas naturales en un buen estado son algunos de ellos. También lo es un fenómeno bastante serio que está relacionado con la presencia de detergentes y otras sustancias que suponen un aumento de nutrientes en las aguas. La eutrofización, que es como se llama este fenómeno, es el proceso de contaminación de las aguas superficiales más importante que existe y supone una gravísima pérdida de la calidad del agua, llegando incluso a la muerte de los peces y otros organismos que viven en ella. Y por último tenemos el aterramiento de los embalses, ya que al acumular sedimentos las reservas hídricas que guardan siempre resultan ser menores que las que se han estimado, un detalle que puede ser crucial en momentos de sequía.

La mayor reserva de agua del mundo es el océano, que como ya hemos visto representa el 96.5% de todo el volumen de agua libre del planeta. Por lo general no se usa para consumo humano, aunque en algunas regiones es la principal fuente de agua gracias a las desalinizadoras. Sin embargo, y a pesar de sus dimensiones, el océano también está sufriendo impactos que han de tenerse en cuenta. Las basuras que llegan al mar son tantas que en algunos lugares del planeta sus costas se están viendo invadidas por restos procedentes de lugares muy lejanos. Del mismo modo, la presencia de metales pesados, como el plomo o el mercurio, son otro grave problema que está afectando a toda la cadena trófica marina (en realidad también a la fluvial) y que en ocasiones puede derivar en el desarrollo de graves enfermedades, como la enfermedad de Minamata, descubierta en los años 50 a partir del impacto que estaba causado la industria química en la región de Minamata. Y si hablamos del océano, no podemos olvidarnos de la acidificación que está sufriendo como consecuencia del aumento de la concentración de CO2 atmosférico, un problema que está siendo especialmente dañino para los corales.

En la actualidad se estima que aproximadamente tres cuartas partes de todo el agua dulce del planeta se encuentra en forma de nieve o hielo constituyendo lo que llamamos criosfera. Esta capa de la Tierra no es homogénea y la dividimos en cuatro reservorios en función del estado en el que se encuentra el agua y del comportamiento general que tiene ese reservorio. No es lo mismo el hielo de las banquisas polares que el de los casquetes polares, como tampoco es igual el hielo de los glaciares que el del permafrost. En líneas generales la criosfera define el mayor recurso mundial de agua no salada y eso la convierte en un bien muy preciado que deberíamos proteger. Por desgracia, la situación climática global está haciendo que la criosfera pierda volumen a un ritmo alarmante, por lo que esta reserva está sufriendo una merma importante que podría ser crucial en un futuro.

Conclusiones
Vivimos en un planeta en el que, a pesar de que el agua abunda, su disponibilidad para el consumo humano no. Como le ocurre a cualquier especie del planeta, nosotros también dependemos de nuestro entorno y, más concretamente, de un recurso como el agua, que de inmediato se convierte en un recurso crucial. Por ello es tan importante cuidar las reservas mundiales de agua, no solo evitando contaminarlas, sino también combatiendo la sobreexplotación y el uso abusivo de ellas, todo para proteger un bien tan preciado y a la vez tan poco respetado. Al fin y al cabo somos agua en más de un 60%.
Bibliografía
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