Es un hecho que una de las ramas de la geología que más interés suscita siempre es la paleontología. Conocer cómo fue la vida del pasado a través de sus restos (fósiles) y sys huellas (icnofósiles) despierta nuestra yo aventurero y, muchas veces, nos hace volver momentáneamente a la infancia. Y no hay más que fijarse en cualquier museo dedicado a la historia natural para ver que casi siempre son fósiles o recreaciones, sobre todo de dinosaurios, los que presiden la entrada o las salas más destacadas. Por ello era lógico que tarde o temprano nos topásemos con algún contexto geológico cuyo interés sea fundamentalmente paleontológico. Los fósiles e icnofósiles del Mesozoico continental agrupan varios geosites dedicados a los organismos que vivieron en Iberia durante el Mesozoico, pero también a los ambientes en los que vivieron.

Fósiles e icnofósiles, la vida del pasado
Cuando pensamos en fósiles, es habitual que lo que nos venga a la cabeza sean huesos de dinosaurio o conchas marinas de hace millones de años. Y no estaríamos equivocados, aunque tampoco estaríamos diciendo toda la verdad que hay detrás del concepto de fósil. Porque fósiles también son los coprolitos, excrementos de animales que vivieron en el pasado, e incluso las huellas que dejaron. Las icnitas son las huellas de organismos que vivieron hace millones de años, ya sean las cruzianas que dejaron los trilobites en Monsagro o los rastros de dinosaurios que vivieron en el entorno de Salas de los Infantes. Ambos, junto con las impresiones de piel, son lo que conocemos como icnofósiles y son también de gran importancia en paleontología porque nos dan información muy útil acerca del modo de vida de organismos que extintos.

Los fósiles, que mucha gente incluye dentro del genérico concepto de «piedras», son tanto los restos de animales que vivieron en el pasado geológico como las huellas que dejaron de su actividad. Y todos ellos, fósiles e icnofósiles, son verdaderos milagros de la conservación natural. Porque para que un fósil se preserve y llegue a nuestros días tiene que haber sobrevivido a un sinfín de procesos destructivos (geológicos, tectónicos, metamórficos…). La mayoría de seres vivos que viven en el planeta, hablo de individuos más que de especies o géneros, desaparecerán de él sin que quede registro de su existencia. Eso es así, una triste realidad que sin embargo debería servirnos para saber valorar mucho más los fósiles que encontremos, ya sea en el campo o en un museo. Y es por ese mismo motivo que no debemos ir a buscar fósiles ni mucho menos comprarlos sin garantías, pues el patrimonio paleontológico es de todos y deberíamos fomentar su protección y no su explotación.

Los yacimientos fósiles de Iberia
Como ya hemos dicho en numerosas ocasiones, con la ruptura de Pangea la península Ibérica se convirtió en un microcontinente propio que recibe el nombre de Iberia. Este microcontinente estuvo rodeado durante el Mesozoico de varias cuencas marinas en las que se depositaron potentes sucesiones sedimentarias o se produjeron mineralizaciones de gran interés económico.Pero en sus costas también se registraron varios ambientes, en especial en algunos puntos de la mitad más oriental de Iberia, donde se desarrollaron en el Cretácico extensas plataformas supramareales sobre las que se desplazaron los dinosaurios ibéricos y el resto de organismos que compartían hábitats con ellos.

Los yacimientos de dinosaurios de la península Ibérica son sin duda uno de los puntos fuertes de este contexto. En Teruel tenemos los yacimientos del Jurásico-Cretácico de Galve (geoparque Maestrazgo), en los que se han descrito varios géneros de dinosaurios y mamíferos, como son los saurópodos Aragosaurus y Galvesaurus. Más al sur, en Cuenca, tenemos el yacimiento cretácico de Las Hoyas, cuna del terópodo Concavenator o el ave Iberomesornis. Y en La Rioja tenemos los yacimientos cretácicos de la región de Cameros, donde tenemos una de las mayores concentraciones de huellas de dinosaurios de Europa. Pero aunque estos sean los yacimientos que forman parte de este contexto, en realidad solo son una pequeña parte, pues también tenemos yacimientos de gran importancia en Burgos, en Asturias, en la Comunidad Valenciana e incluso en Lleida, en el geoparque Orígens.

Los depósitos de ámbar de Iberia
Otro aspecto muy interesante de este contexto son los yacimientos de ámbar que hay en la península Ibérica. El ámbar es la resina fósil que algunas plantas segregaron en el pasado y quem en ocasiones, pueden engullir a pequeños organismos (insectos, arácnidos…), plumas o incluso partes de animales. En esos casos, al fosilizar la resina lo que queda en su interior se conserva en perfecto estado, dándonos oportunidad única para su estudio. Pero no nos engañemos, la mayoría del ámbar no contiene fósiles, aunque el mero hecho de encontrar ámbar ya esa algo bastante insólito porque para que las probabilidades de que la resina fosilice son muy remotas. Y evidentemente aún lo son más que en su interior tengan algo. Por suerte en España sí que tenemos ámbar del Mesozoico con auténticas sorpresas en su interior. En la cueva El Soplao, asociada a una de las minas del urgoniano de la cuenca Vasco-Cantábrica, se han encontrado importantes depósitos de ámbar de gran interés científico, al igual que tenemos otros yacimientos ambarinos en Asturias, como es el caso del ámbar del Caleyu (muy cerca de Oviedo), el yacimiento de Peñacerrada I en Burgos o el yacimiento de Peñacerrada II en Álava. Todos ellos son del Cretácico Inferior y en todos ellos se han encontrado pequeños artrópodos.

En resumen
El contexto de Fósiles e icnofósiles del Mesozoico continental sirve para conocer un poco mejor los animales que vivieron en Iberia hace más de 66 millones de años (Ma), cuando era un microcontinente propio más o menos aislado del resto del mundo. De los 252 geosites reconocidos por el IGME en 2021, 25 se encuentran formando este contexto, lo que lo convierte en uno de los contextos más amplios de España.

Bibliografía
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